viernes, 1 de julio de 2011

Participación y representatividad

Lo político ha quedado reducido a “la persona que actúe en política”, el profesional de la “política”. Este término muchas veces se lo contrapone a “ciudadano”. Para el pueblo el político es quien está opuesto a él, pareciera que el político no formara parte del pueblo o que no fuera un ciudadano.
En esta visión se encuentra solapada una visión tiránica. Detentar un cargo para el que ha sido elegido no lo excluye de ser ciudadano, sin embargo, ciertos privilegios o prerrogativas parecen avalar esta diferencia que la gente común observa y padece. Ser legislador, miembro del poder ejecutivo o judicial, parecería que lo coloca en una esfera inalcanzable. La misma “carrera política” coloca a las personas en función de un trabajo y no de un servicio social y comunitario.
Por qué ha sucedido esto. La hipótesis de trabajo que voy a brindar pondrá en tela de juicio nuestra forma actual de hacer democracia[1], buscando un modo en que ésta sea más democrática y que consiga la participación de todos los ciudadanos sin exclusión de ninguno de ellos.
La hipótesis que intentaré demostrar a lo largo de esta exposición es la siguiente:
“Los partidos políticos que fueron los que posibilitaron el origen y afianzamiento de la democracia moderna y que cumplieron un rol fundamental en la conformación de los Estados, han perdido hoy su razón de ser e impiden un desarrollo más pleno de la misma democracia”.
Plantear esta hipótesis en la Argentina actual tiene el inconveniente de que es opuesta a la Constitución tal como se encuentra en este momento. La aplicabilidad de la hipótesis, en el caso de nuestro país, supondría un cambio en la misma Constitución Nacional. Sin embargo esto no lo consideramos inviable, puesto que una mayor profundización en la democracia Argentina supone un cambio en la ley principal de cualquier manera que se bosqueje.
Para iniciar la demostración debemos remontarnos hacia el origen de los partidos políticos. Estos son un invento relativamente reciente y se encuentran en el centro mismo de las luchas por el reconocimiento de los derechos civiles.
Así lo relata Jaime Cárdenas Gracia:
La expresión partido político en su concepción restringida, que lo define como una agrupación con ánimo de permanencia temporal, que media entre los grupos de la sociedad y el Estado y participa en la lucha por el poder político y en la formación de la voluntad política del pueblo, principalmente a través de los procesos electorales, entonces encontraremos su origen en un pasado reciente. Se discute, así, si los partidos políticos surgieron en el último tercio del siglo XVIII o en la primera mitad del siglo XIX en Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica. En esta acepción, por tanto, el origen de los partidos políticos tiene que ver con el perfeccionamiento de los mecanismos de la democracia representativa, principalmente con la legislación parlamentaria o electoral.
Una de las opiniones con mayor aceptación… afirma que los partidos modernos tuvieron su origen remoto en el siglo XVII, evolucionaron durante el XVIII y se organizan, en el pleno sentido del término, a partir del siglo XIX y, concretamente, después de las sucesivas reformas electorales y parlamentarias iniciadas en Gran Bretaña en 1832. Los partidos modernos, aunque son producto de la peculiar relación de los grupos políticos en el parlamento, fueron condicionados por los procesos de formación de los Estados nacionales y por los de modernización que ocurrieron en el mundo occidental durante los siglos XVIII y XIX[2].
Los partidos políticos aseguraron la participación del pueblo para llegar al poder político. Fueron garantes de la democracia incipiente y constituyen en la actualidad el único medio para acceder a cargos públicos. En el caso de nuestro país la Constitución señala sus funciones:
Artículo 38- Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático. Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas.  
La pregunta fundamental es: ¿Cumplen con este cometido institucional los partidos políticos? La realidad Argentina de estos últimos años manifiesta que la participación de los ciudadanos en los partidos políticos es muy pobre. La gente, en su gran mayoría, descree de los partidos políticos y, para colmo de males, las Alianzas y el movimiento de personas desde un partido a otro, crea descrédito sobre la misma ideología que adhiere un partido político determinado.
Pensemos, simplemente, en las disputas entre la presidenta y su vice en el período 2008-2011, fruto de Alianzas que resultan siempre espúreas[3]. Reflexionemos también sobre las fracturas internas en los partidos políticos que dan origen a otros partidos. Actualmente dentro del mismo peronismo coexisten el Frente para la Victoria (actualmente en el poder) y el Peronismo Federal (con los Rodríguez Saá a la cabeza) más el partido Renovación Federal (formado por Martín Redrado y Eduardo Duhalde)[4], todos batallando en pos de ser los seguidores genuinos del auténtico peronismo.
En estas circunstancias el Partido Político se ha transformado en un lanzador electivo, es el instrumento para llegar a algún cargo. Dada esta situación quien no pertenece a un partido político no puede acceder a los cargos que le deberían corresponder a cada ciudadano por el solo hecho de serlo y no por pertenecer a una determinada facción política. Lo cierto es que en la Argentina coexisten (a fecha junio de 2011) más de 495 partidos políticos debidamente reconocidos[5] y se encuentran afiliados aproximadamente un 30 % de la población habilitada para votar (lo cual en la Argentina supone un porcentaje elevado con respecto a otros países).
Sin embargo, lo que constituye la razón de ser de un partido político, generar canales de representatividad de la población para poder acceder a cargos públicos, es donde  el partido político muestra su falencia: la gente no se siente representada por la gente que milita en los partidos y la mayoría descree de los candidatos que los partidos políticos ungen y los electores independientes no se acercan a votar en las internas abiertas, y no por desinterés político sino porque supone hacer algo donde no se siente implicada la gente.
Dos gritos desde el pueblo han manifestado esta falta de representatividad soportada por el pueblo: aquel del 2001: “Que se vayan todos” en nuestro país ante la crisis inmensa económica y política como también el de los “indignados” españoles de 2011. En estas dos etapas críticas aparece fuertemente el sentimiento de no tener representación. Los gobernantes aparecen oponiéndose a los intereses del Pueblo y éste, con justa razón, les reclama la soberanía que depositó sobre ellos.
¿Cómo es posible que los gobernantes obren abierta y descaradamente en contra de los intereses del Pueblo y que incluso le repriman las manifestaciones a las que tienen derecho sus ciudadanos?
El voto del Pueblo no da derechos a obrar arbitrariamente, el voto popular no unge un tirano sino un ciudadano que durante un período de tiempo debe ocuparse de los intereses de todos. El problema radica que el gobernante se ha transformado en un trabajo más. Existen personas que trabajan de políticos. Es su ocupación y está muy bien remunerada por las arcas del Pueblo. Existen personas que han aprovechado muy bien las coyunturas electorales para mantenerse en distintos puestos de gobierno a lo largo de su vida, beneficiándose a sí mismos y obteniendo un pasar económico de maravilla. La militancia en un partido o trabajar para un partido y, así poder llegar a un cargo electivo, supone un tiempo que las personas que realmente trabajan en otras ocupaciones no disponen.
Así llegamos a un círculo que aparece sin salida. Si quiero representar al pueblo en algún cargo electivo, debo hacerlo a través de un partido político, pero para poder estar en un partido con posibilidades de llegar a un cargo electivo, debo trabajar a tiempo total en la política, lo que equivale a ser un profesional de las elecciones. Luego buscaré cómo llegar al poder y no tanto los beneficios para el Pueblo, del cual el gobernante no se siente parte.
¿Cómo romper con este vicio sin que la democracia que tanto queremos no tiemble. Cómo participar sin necesidad de cumplir con la tarea que desempeñamos dentro de la sociedad (médicos, abogados, plomeros, albañiles, docentes, etc.) y sin necesidad de formar parte de un partido político?


[1][1] No perdamos nunca de vista las dos aclaraciones iniciales.
[2] JAIME F. CÁRDENAS GRACIA, Democracia y partidos políticos, México, Instituto Federal Electoral, 2001, pág. 11.
[3] Recordemos también la crisis que se desata entre el vicepresidente Chacho Álvarez y el presidente de la Rúa que terminaría con la renuncia del primero.
[4] Para una muestra de lo que estamos diciendo les recomiendo el artículo del diario Nación del día 29 de Junio de 2011 donde analiza el posicionamiento y la búsqueda de candidatos de los distintos partidos políticos, el desplazamientos de partidos y la danza de nombres.

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